domingo, 5 de octubre de 2014

universos ajenos




Llevo casi dos horas y media escribiendo y borrando todo lo que sangro por miedo a salpicarte con mis miedos, y es irónico, pues creo que estas ya demasiado lejos incluso para darte cuenta de que sigues siendo parte de las líneas que te escribo.

Y es que huir sin mirar atrás sería menos complicado si no fuese justamente atrás donde se está quedando todo lo que pudimos ser. Yo no tengo ni tuve ni tendré tanta fuerza como tienes tú. Yo no puedo mirar tus fotografías sin tiritar de ganas de sumergirme en cada una de ellas. En esa sonrisa que me mata y me dio la vida tantas veces.

Yo no puedo leerte sabiendo que cada verso esta más y más lejos de acercarse a mí. Que lo que duele no es saber que ahora le escribes a ella, sino ser consciente de que lo haces con las mismas manos con las que un día me escribiste a mi.

Ojalá hubiésemos inventado un idioma que sólo entendiésemos tú y yo, un lenguaje que pudiera gritar en plena noche cuando me despierta tu recuerdo y deslizo cuidadosamente mi mano hasta el otro lado de la cama con la intención de encontrarte, y luego morir muy poco a poco al volver a la realidad y ver, que ahí es justamente donde ya no quieres estar.

Jamás hubiese imaginado que el silencio pudiese llegar a hacer tanto ruido a las cuatro de la madrugada.

Deberías preguntarme por qué no duermo al caer la noche, por qué no cierro jamás los ojos hasta bien pasado el amanecer. Pregúntamelo. Te diré que tengo miedo de soñar contigo. Te diré que por el día hay demasiado ruido como para caer de lleno en ese mundo en donde te sueles colar y de momento, no cerrar los ojos es la única manera que tengo de poder dejar de verte.

Pregúntame por qué temo a mi subconsciente. Te diré que eres tú quien vive en él y te diré que duele, no te imaginas cuánto duele darle la libertad para soñarte y despertarme y ver que todo lo que acaban de tocar mis manos no es más que parte de una mentira demasiado amarga.

No, no duermo de noche por miedo a soñarte. No lo hago porque sé que no estarás ahí al abrir los ojos, porque sé que ya no quieres volver a estar. Este tramo de la huida esta acabando con lo poco que quedaba ya de mi. Apenas soy una hoja arrugada con un millón de tachones cobardes por miedo a no poder leerte una vez derramado tu recuerdo sobre el papel. Quizás por miedo a que tú no quieras volver a leerme a mi. Ni a escucharme tan siquiera. Duele.

Aún no sé cómo lo has hecho, pero me has convertido en una marioneta encadenada a tus hilos y has conseguido sublevarme a cada uno de tus movimientos. Córtamelos, o haz que vuelva a bailar al son de tus deseos.

Mira al cielo y dime cuántas estrellas ven tus ojos. Así quizás se a más fácil. Cuéntalas, y dime el número exacto porque desde donde yo estoy sólo puedo verte a ti haciéndole sombra a cualquier constelación. Me has robado la ruta a todos los planetas a donde solía huir y me has dejado sin oxígeno en una atmósfera completamente desconocida. Aquí no estas tú despeinando mis mañanas, mi pelo largo entre tus manos. No estás tú para decirme que las ojeras son la huella que dejan los sueños en los que se besa mucho. Aquí no estás tú y no te imaginas cuánto duele. No puedo describirte cuánto dueles.

Apenas me quedan fuerzas para lanzarte esta última bengala y ni siquiera sé si estarás mirando al cielo. Necesito que mires al cielo. Estoy tirada en cualquier rincón de tu cuerpo esperando a que me encuentres para poder decirte que jamás me he alejado de ti.

Que- jamás- me- he- alejado- de- ti.

Que he intentado engañarme, una y otra vez pensando que si escribía un cuento repleto de mentiras, alguna acabaría volviéndose verdad, y lejos de eso, temo que cada uno de esos cuentos hayan destruido por completo cualquier esperanza de volver a leernos.

No te imaginas cuánto lo siento, ya no tengo fuerzas para volver a coger un bus. Y es que ya no queda sitio en mi piel donde guardar los billetes, sigo repleta de tus huellas dactilares. Han inundado por completo mi cuerpo y prefiero tenerlas a ellas si por más que vaya allí.. tú jamás vas a volver a estar en este sur donde me he dejado el norte.

Sigo anclada en la estación en donde nos dejamos los sueños. Me pregunto si aún seguirán allí, si alguien los habrá adoptado y les estará cantando bajito para que se duerman cada noche o estarán muertos de frio, y miedo, sabiendo que llega el invierno y no dormiremos en la misma cama para acunarlos. Ni serán nuestros labios sus bufandas nunca más.

Ojalá estuvieras tú aquí ahora, estoy tirada en cualquier calle esperando que la casualidad o el destino que un día nos unió nos cruce de nuevo en su camino...

...pero llueve y no apareces..

El tren llegará en apenas unas horas y daría lo que fuera por saber si dejé mi perfume en tu almohada cuando me marché. Al menos mi corazón, si sé con seguridad que lo dejé contigo.

y ojalá lo veas, y ojalá lo arropes, y ojalá me lo devuelvas en forma de "vuelve".

...que llegan días de lluvia y deberías saber que es un friolero. Tápalo bien, Primavera, tápalo bien. Y háblale bajito o escríbele suave (que solo así sabe dormir.) Me dijo que lo dejase allí, en tu espalda. Me dijo algo de tu pelo, de tu piel, algo de que quería besarte en la nuca cada vez que te viera temblar.

y allí lo dejé.

(y allí debe estar)

dale tú las buenas noches de mi parte

Esta vez te toca a ti cuidarlo a él...

M.G.

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